La conciencia en la pantalla
Publicado el 16 de abril de 2020En estos tiempos de pandemia estamos viendo a nuestra gente cercana casi exclusivamente a través de pantallas. Pantalla de laptop, de teléfonos, tablets o televisores. La pandemia nos trajo una realidad cyberpunk que no imaginé vivir. Siempre pensé que sería ciencia ficción pero acá estamos, y nuestra realidad tiene todos los ingredientes para una novela cyberpunk. Vivimos en una sociedad distópica en un ambiente opresivo de aislamiento al no poder interactuar físicamente con otros seres humanos a menos que usemos tecnología.
Tenemos aspectos de 1984 de George Orwell: espionaje en nuestras vidas privadas con nuestros teléfonos móviles, televisores “smart” con cámaras, y ni que hablar de los micrófonos Google Home, Amazon Echo y Apple HomePod. Internet es una herramienta que se apropia cada vez más de la actividad diaria de la sociedad moderna. Los dispositivos se transformaron en acumuladores de datos personales y éstos datos son guardados y usados por grandes corporaciones y gobiernos que controlan la información y el poder. Los regímenes eligen títeres para alimentar a las masas de miedo y odio, y determinar qué hechos son verdaderos y cuáles son “fake news”, inspirados en un Gran Hermano pero con toques de parodia. Se suponía que 1984 era una advertencia, no un manual. Lo que Orwell nunca debe haber imaginado es que la gente iba a comprar e instalar en sus casas los aparatos de vigilancia voluntariamente.
De los pocos vehículos que vemos en las calles, un gran porcentaje son los Deliverators de Snow Crash de Neal Stephenson. Hiro Protagonist, el personaje principal de la novela, es repartidor de pizza freelance en un futuro distópico. En nuestra realidad los Deliverators de Snow Crash trabajan para Uber, Just Eat, Deliveroo, Glovo, PedidosYa, y demás alternativas. Las vidas de los repartidores están básicamente a la merced de corporaciones y su tecnología. Los paquetes a entregar son decididos por algoritmos, así como las rutas a recorrer y los precios a cobrar. Los Deliverators no llevan espadas ni andan en autos súper tecnológicos con un sistema automático para las pizzas, pero dependen de su teléfono móvil para poder hacer su trabajo.
Algo que veremos seguramente en el desenlace de nuestra realidad distópica cyberpunk es un nuevo orden social gracias a esta pandemia. Como dicen siempre en los mega eventos aislados que se suman a otros 19 mega eventos aislados de los cómics de DC y Marvel: Nada volverá a ser como antes. Siendo optimistas, esto podría ser una oportunidad gigante para cambiar globalmente el orden de las cosas hacia una sociedad más justa para todos. Siendo realistas, podemos imaginar que las cosas se van a poner peor y 6 meses después de pasada la pandemia todo se haya olvidado y estemos en un lugar peor.
Volviendo al tema de las pantallas, si bien son una forma de acercarnos a otra persona, nunca van a igualar el contacto cara a cara. Estamos mirando una representación en píxeles de lo que la otra persona estaba haciendo la cantidad de milisegundos atrás que le llevó a la señal ser capturada por la cámara y viajar a través de internet hasta nuestro dispositivo donde la tarjeta de video tuvo que procesar la imagen y presentarla en la pantalla. Perdemos el comportamiento en tiempo real de la persona, cuyos movimientos tienen que ser sincronizados por la computadora con el sonido que también viajó desde el otro dispositivo hacia el nuestro. Nos olvidamos del mirarse a los ojos. O miramos a la cámara para que del otro lado se perciba que estamos mirando derecho o miramos al lugar donde se ven los ojos de la otra persona. Ya no somos nosotros, somos lo que se interpreta de nosotros del otro lado y comportándonos sabiendo que estamos frente a la cámara. Hay mucho que desempaquetar acá respecto a la extensión de la persona a través de sus interacción con los demás exclusivamente a través de tecnología.
Yendo a más detalle sobre el tema, hace casi 6 meses que vengo trabajando con gente que sólo he visto a través de una pantalla. No sé qué altura tienen, no sé qué gestos hacen fuera de lo que se ve en el rectángulo capturado por la cámara. No tengo ni idea si usan calzado o no, pantalones, vestido, kilt o bermudas. Y esto es normal de trabajar en una empresa remota, aunque en condiciones normales se hubieran generado varias oportunidades de encuentro en persona para evitar esa distancia que genera la virtualidad. El tema es que estos días esa virtualidad se expande a todas las relaciones: familia, amigos, y demás.
Hace tiempo que vivo sólo, y en otros períodos (más oscuros) de mi vida caía en “hace mucho que no hablo con nadie” o directamente “no hablo”. Pero en estos tiempos se ha hecho más notorio, sobretodo la diferencia entre hablar por una cámara y hablar en persona. Tengo un amigo que vive en un segundo piso de un edificio y he pasado por la casa en mis salidas de ejercicio autorizadas por el gobierno. ¿Se dan cuenta lo que estoy escribiendo? “Salida de ejercicio autorizada por el gobierno” 🤯 Bueno, con este amigo, le hablo desde la calle y él desde su ventana, y así pasamos unos 10 o 15 minutos conversando. Y es tan raro, tan distinto volver a tener esa interacción que no es por trabajo ni a través de una pantalla.
Tener que apartarse de la gente en la calle al menos 2 metros tampoco me es natural, no es un comportamiento demasiado normal. Algo positivo de eso es que haciendo los movimientos para dejar la distancia necesaria muchas veces se ve en las caras de las personas una mezcla de solidaridad y empatía. Estamos todos en la misma, no nos queda otra, pero seguimos siendo humanos.
Si hay una cosa para sacar de todo este texto que sea:
Aprovechemos que nos tocó pasar por esto en una época donde existe tecnología para comunicarnos más y es relativamente accesible. Mandemos mensajes a gente, creemos grupos de amigos o conocidos o simplemente gente con intereses en común. Escribamos, llamemos, y extendámosnos más para hacer un contacto. Que estamos todos en la misma y de última hace bien comunicarnos.
Esta es una de las experiencias en las que crecemos un poco. La mayoría estamos en una condición anormal donde nos ponemos a prueba en varias cosas. Si sobrevivimos a esto, cuando todo vuelva a algún tipo de normalidad vamos a valorar más algunas cosas, y haber aprendido unas tantas. Tanto de nuestro entorno y la forma en que interactuamos con los demás como de nosotros mismos. Y al final del día, no nos queda otra que cumplir con el aislamiento y hacer lo posible para que todo termine lo antes posible.
Emmanuel 3 mayo. 2020 - 02:07
Interesante reflexión. Lo que más extraño es salir a correr, aunque me paso mucho tiempo en la computadora me gusta salir a hacer ejercicio al aire libre, aun no me acostumbro a hacerlo a dentro de la casa.
Fernando 6 mayo. 2020 - 17:46
Uf, por acá por suerte el gobierno permite (y hasta alienta) salir una vez por día a hacer ejercicio o comprar cosas esenciales. Yo aprovecho para salir a correr y los días que no corro salgo a caminar. Hace bien para la salud tanto física como mental. Hace ejercicio adentro de la casa me está costando muchísimo también!