Proyecto pesadilla
Publicado el Miércoles, 2 de octubre de 2013Estoy sentado frente a mi computadora. Vengo explorando un lugar abierto, desconocido. No estoy seguro cómo llegué así que empiezo a explorar y hacer reconocimiento. De repente encuentro un lugar por donde ir, tengo la sensación de que por acá puede ir la cosa. Pero surge algo que me hace ver que no, que cambia todo.
Ya no estoy más sentado, ahora me encuentro subiendo una escalera. Me toma unos segmentos muy cortos de tiempo acostumbrarme a la altura de cada escalón y creo que mi cerebro ya procesó suficiente información como para agarrarle el ritmo y llegar sin problemas arriba. Pero apenas termino de concebir esta información, la escalera desapareció.
Estoy colgado de un parapente. No llego a ver bien dónde, y empiezo a tratar de interpretar cómo reacciona este objeto a mis acciones como para poder maniobrarlo. Cuando pienso que lo tengo descifrado, desaparece. Estoy parado frente a una mesa de ping pong. Antes de llegar a concebir la relación fuerza/ángulo con el que tengo que pegarle bien a la pelota y que no se vaya de la cancha el piso tiembla y el contexto cambia de nuevo.
Estoy sentado frente a una computadora nuevamente. No es mi laptop, es mas bien como mi primera computadora, una 486 de escritorio con un monitor CRT gigantesco. Ahí veo un prompt de DOS, donde empiezo a tirar comandos para hacer en mi cabeza un plano mental de la estructura del sistema de archivos.
La silla desaparece y estoy cayendo en la oscuridad. Me sorprende la familiar sensación de zambullirme en agua. Logro nadar hasta la superficie y noto que el agua es algo rara. Si bien se siente como agua, y tengo que hacer el mismo esfuerzo para mantenerme a flote que en cualquier cuerpo acuático, estoy seco. Miro mis manos y el agua está formada por palabras, miles de palabras con significados ambiguos forman el mar donde estoy sumergido.
Repentinamente algo me atrae hacia el fondo, empiezo a hundirme hasta que salgo del otro lado y caigo en tierra firme desde el techo de agua. Hay luz así que me cuesta un poco adaptar la vista para darme cuenta que estoy en un lugar abierto frente a un camino.
Empiezo a seguir ese camino, parece que ahora sí voy por el lugar correcto. A lo lejos veo algo en medio del camino, a medida que me voy acercando me doy cuenta que se trata de un cartel. Me acerco lo suficiente como para poder leer qué es lo que dice este cartel atravesado en medio del camino: Calle Cerrada. Otra vez nos cambiaron los requerimientos del proyecto... Vuelvo a estar sentado con la mente en blanco frente a mi computadora.
Pequeño texto inspirado en una charla real con elCuervo, hablando sobre sensaciones que generaba un proyecto de software (obviamente no uno de los mejores).
PoTe 4 octubre. 2013 - 09:29
++.
La sensación de un proyecto llevado así de mal es muy difícil de poner en palabras, está *muy* bien escrito, felicitaciones!
Fernando 7 octubre. 2013 - 00:29
Gracias 😀
Es un ejercicio de canalizar la frustración para alimentar el lado creativo 😛